Adelante Puerto Plata
Por: Ramiro Francisco
Me encuentro entre los que mantienen las esperanzas en el crecimiento y desarrollo económico de Puerto Plata como provincia y las respuestas que pueden ofrecer y dar el empresariado local como inversionistas en diferentes proyectos que se perfilan.
Si muchos de nuestros compueblanos que regresan luego de unos digamos 15 o 20 años fuera, se asombran con todo cuanto puede mostrar la ciudad, las perspectivas de los próximos cinco años son sorprendentes en cuanto a los cambios positivos que nos esperan por los proyectos a desarrollar.
Muelles, complejos deportivos, hoteles, proyectos habitacionales, edificios y zonas comerciales, autopistas y carreteras.
Hemos leído con alegría sobre los acuerdos o convenios bajo firmas entre entidades como Cámara de Comercio, Corporación de Zona Franca y el Clúster Turístico, para promover la provincia como un destino turístico competitivo.
La creencia general, es que somos una sociedad difícil y sectaria en la que hacemos gala del yo, de la individualidad, en la que se piensa en lo personal en detrimento del colectivo.
El tiempo pasa, y como sociedad vamos aprendiendo que el pueblo llano necesita del empresariado y viceversa. Que el patrono o inversionista necesita del obrero o proletario. Juntos en el trabajo, podemos hacer realidades los planes y proyectos.
Es entendido, que en las grandes inversiones y ahora que se da por sentado incluso para Puerto Plata, la inversión público–privada, debe primar confianza plena.
Se trata de dinero –dirán algunos- y el dinero no tiene amigos –dirán otros – y eso es lo que se dice tras bastidores que ocurre con muchos empresarios puertoplateños.
Pueden tener dinero y mucho, pero no son confiables. Sembradores de dudas, desalientos, distancias y sombras.
Son familiares muy cercanos de Don Martín Garata, aquel de la fruta grata, que sentía pánico subir a la mata y menos al cojollito, por lo que prefería “coger los mangos bajito”.
Ahora se siembra en Puerto Plata. Con pandemia y todo. Dentro de cinco o diez años, ¿Dónde estará usted?
Si sus ojos se han apagado y ya no tiene visión futura, al menos no sirva de obstáculo para que otros puedan ver lo que usted no quiso o no pudo, por su mala fe, testarudez y terquedad.
Me encuentro entre los que mantienen las esperanzas en el crecimiento y desarrollo económico de Puerto Plata como provincia y las respuestas que pueden ofrecer y dar el empresariado local como inversionistas en diferentes proyectos que se perfilan.
Si muchos de nuestros compueblanos que regresan luego de unos digamos 15 o 20 años fuera, se asombran con todo cuanto puede mostrar la ciudad, las perspectivas de los próximos cinco años son sorprendentes en cuanto a los cambios positivos que nos esperan por los proyectos a desarrollar.
Muelles, complejos deportivos, hoteles, proyectos habitacionales, edificios y zonas comerciales, autopistas y carreteras.
Hemos leído con alegría sobre los acuerdos o convenios bajo firmas entre entidades como Cámara de Comercio, Corporación de Zona Franca y el Clúster Turístico, para promover la provincia como un destino turístico competitivo.
La creencia general, es que somos una sociedad difícil y sectaria en la que hacemos gala del yo, de la individualidad, en la que se piensa en lo personal en detrimento del colectivo.
El tiempo pasa, y como sociedad vamos aprendiendo que el pueblo llano necesita del empresariado y viceversa. Que el patrono o inversionista necesita del obrero o proletario. Juntos en el trabajo, podemos hacer realidades los planes y proyectos.
Es entendido, que en las grandes inversiones y ahora que se da por sentado incluso para Puerto Plata, la inversión público–privada, debe primar confianza plena.
Se trata de dinero –dirán algunos- y el dinero no tiene amigos –dirán otros – y eso es lo que se dice tras bastidores que ocurre con muchos empresarios puertoplateños.
Pueden tener dinero y mucho, pero no son confiables. Sembradores de dudas, desalientos, distancias y sombras.
Son familiares muy cercanos de Don Martín Garata, aquel de la fruta grata, que sentía pánico subir a la mata y menos al cojollito, por lo que prefería “coger los mangos bajito”.
Ahora se siembra en Puerto Plata. Con pandemia y todo. Dentro de cinco o diez años, ¿Dónde estará usted?
Si sus ojos se han apagado y ya no tiene visión futura, al menos no sirva de obstáculo para que otros puedan ver lo que usted no quiso o no pudo, por su mala fe, testarudez y terquedad.
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